La simple acción de mirar el mar tiene un potente efecto ansiolítico; será por esto que tener una casa en la playa es el sueño recurrente de tantas personas. Un atardecer sobre el mar puede ser una experiencia espiritual sin desperdicio. Más allá de la ilusión inicial, antes de comprar, hay que evaluar factores climáticos y de mantenimiento. Puede ser una buena inversión a largo plazo, si se calcula con prolijidad.
Con respecto al clima, se debe tener en cuenta la velocidad y dirección del viento, ya que nos puede arruinar nuestro idílico paseo por la playa. Si el mar tiene olas grandes puede ser peligroso bañarse en soledad. La disposición de las ventanas y el recorrido del sol son importantes en la iluminación y la refrigeración de la casa. Es preciso averiguar la cantidad de turistas que arriban a la zona en temporada alta, y las consecuencias sonoras y ambientales de este hecho. No es lo mismo un grupo de surfistas que madrugan para aprovechar la marea baja, que adolescentes en viaje de egresados o ancianos en pleno retiro.
El mantenimiento de una casa en la playa no es un tema menor; la sal, la arena y la humedad tienen efecto corrosivo sobre muebles, paredes, caños e inclusive cimientos de la propiedad. No se debe postergar la reparación de filtraciones y goteras. Poner una ducha afuera para evitar que los inquilinos entren con arena es una medida simple y eficaz.
Se puede aprovechar el deseo de tener una casa en la playa para realizar una buena inversión. En algunos pequeños pueblos costeros en crecimiento se consiguen pequeñas y bellas propiedades a precios económicos. Es inteligente pensar de antemano en la liquidez de la propiedad y evaluar si requiere reparaciones.